Existen un sinfín de marcas de mantequillas en el supermercado, sin embargo, no hay alguna con la historia de la mantequilla mexicana Gloria, que tiene 100 años y que heredó todo a una fundación.
Conocida por reposteros y amateurs en el mundo de la gastronomía, este producto conserva la misma receta desde que se fundó cuando la empresa se llamaba Cremeria Americana.
Cuál es la historia de la marca mexicana Mantequila Gloria
En una calle del Centro Histórico de la CDMX, en la época del Porfiriato, un hombre cambió para siempre la forma en que los mexicanos comerían mantequilla. Fue el 5 de enero de 1905 cuando, en la calle de Jiménez, abrió sus puertas “Andrade y Zaragoza”, un negocio dedicado a la fabricación y venta de mantequilla, donde Don Alberto Andrade estaba al frente.
Bajo el lema "la más antigua y la más moderna", Don Alberto fue pionero en aplicar el proceso de pasteurización en mantequillas en México, un proceso que garantizaba la esterilización del producto y lo volvía más seguro para el consumo. Así, sin saberlo del todo, estaba sembrando las raíces de un producto exitoso a nivel nacional.
Pero no todo se centralizaba en la gran ciudad, ya que el mismo Andrade viajaba con regularidad al Bajío para comprar crema directamente a los queseros de la región. Él la traía en tren, y en su pequeño taller del Centro la transformaba, casi de forma manual, en mantequilla para posteriormente repartirla en un carrito tirado por mulas a tiendas y hogares en la capital.
Pero Don Alberto no se conformó con lo que ya existía, ya que también trajo a México un producto que apenas tenía unos años de vida en EE.UU: la “cremaquilla” o butterine, que era una mezcla con patente que él mismo introdujo al mercado mexicano, y que pronto encontró su lugar en los hornos de panadería del país.
Mientras la mantequilla se reservaba para clientes de mayor poder adquisitivo o pasteleros franceses, la cremaquilla conquistaba las panaderías tradicionales que, desde hacía cuatro siglos, formaban parte esencial de la dieta mexicana.

Así nacieron dos marcas emblemáticas: Camelia, la cremaquilla con la que inició todo, y La Competidora, una mantequilla hecha con leche de cabra. Pero sería en 1924 cuando el legado tomaría forma definitiva con un nuevo producto: la Mantequilla Gloria, hecha con leche de vaca. El 7 de octubre de ese año, el gobierno autorizó su patente, y con ello comenzó una historia de casi 100 años en la cocina mexicana.
¿Por qué se llama Gloria? Nadie lo sabe con certeza. Hay versiones, pero ninguna historia oficial. Lo que es seguro es que Don Alberto se llevó el origen del nombre hasta la tumba.
Desde entonces, Mantequilla Gloria no sólo ha estado presente en miles de mesas mexicanas, también se ha convertido en símbolo de tradición, de recetas heredadas, de cariño y de momentos compartidos. Es ese sabor que huele a casa, que sabe a infancia, que se derrite sobre una concha recién horneada o que brilla al fundirse sobre un bolillo caliente.

Y seguro te preguntarás, ¿quiénes son los herederos de este legado que construyeron Don Alberto Andrade y su esposa Dolores Contreras de Andrade? Debes saber que el matrimonio nunca tuvo hijos y al fallecer compartieron su patrimonio a la fundación para becar a niños de escasos recursos.
Se trata de la Fundación de Asistencia Privada Alberto y Dolores Andrade, que se encarga de administrar y solventar donaciones a través de las utilidades de la empresa, así como brindar solvencia económica a la educación de niños y niñas mexicanos desde educación básica hasta nivel superior y posgrado.
Hoy, más que una marca, Gloria es un legado, uno que comenzó hace más de un siglo con un tren, unas mulas, y un hombre convencido de que el buen comer también podía ser moderno y con el que se puede ayudar a todos.

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