Si buscas un plan diferente en el Centro Histórico de la Ciudad de México, hay un lugar que parece detenido en el tiempo y que te hará sentir como si hubieras viajado a la París del Porfiriato. Se trata de la Dulcería de Celaya, un rincón lleno de historia, tradición y, por supuesto, delicias artesanales.
Un pedacito de Francia en la CDMX
Fundada en 1874, esta dulcería nació durante la época de Porfirio Díaz, cuando México adoptó parte del estilo europeo que enamoró a la burguesía del siglo XIX. Su decoración Art Nouveau, con vitrinas antiguas y acabados de lujo, sigue siendo uno de sus mayores encantos, logrando que cada visita sea un pequeño viaje en el tiempo.

Originalmente abrió sus puertas en la antigua calle Plateros (hoy Madero), pero tras las renovaciones ordenadas por Díaz, la familia Guízar decidió mudarse a Cinco de Mayo 39, donde se mantiene hasta hoy. Y vaya que fue una decisión acertada: la calle se convirtió en una de las más concurridas y elegantes de la ciudad, rodeada de edificios icónicos como el Edificio París, que albergó uno de los primeros cines del país.
Una experiencia única
Al entrar, no sólo verás estanterías centenarias repletas de colores y aromas; también sentirás que formas parte de la historia. Entre los dulces que se elaboran de manera artesanal y con recetas tradicionales, destacan las manzanitas de guayaba, limones con coco, trufas, jamoncillo envinado, camotes, quesitos y pasta de almendra, entre muchos otros. Durante el Día de Muertos, las vitrinas se llenan de calaveras de azúcar, chocolate y amaranto, mientras que en temporada decembrina, el rompope se convierte en la estrella.

Para ir con la familia
La Dulcería de Celaya abre todos los días y es perfecta para complementar una caminata por el Centro Histórico, visitar edificios icónicos y terminar con un antojo que sabe a tradición. No sólo probarás dulces; vivirás una experiencia que combina historia, arquitectura y un pedacito de la Belle Époque en pleno corazón de la CDMX.
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