Solo hay una forma correcta de poner el papel higiénico: una patente cerró el debate en 1891

Solo hay una forma correcta de poner el papel higiénico: una patente cerró el debate en 1891
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Laura Ceballos

Editora en Jefe
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Laura Ceballos

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Le encantan las historias cuyo personaje principal es la comida. Ha colaborado como content manager y editora en marcas como Grupo Imagen, Canasta Rosa, Olé Interactive y Clarins. Tiene un proyecto en redes llamado @foodiecuriosa en donde cocina y narra.

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Es muy común que ciertos debates se prolonguen tanto en el tiempo que, con los años, se vuelve casi imposible llegar a un consenso, e incluso la respuesta original acaba perdiéndose en el camino. Entre estos debates hay uno que parece no tener fin, precisamente porque ambos bandos están convencidos de sus argumentos: el papel higiénico o papel de baño y la manera correcta de colocarlo.

Quienes defienden que el papel debe desenrollarse por la parte superior citan razones de higiene, afirmando que así es más fácil de manipular y se evita el contacto con la pared, donde puede haber gérmenes. Por otro lado, los que prefieren que la punta quede hacia abajo, tocando la pared, argumentan que así es más difícil que las mascotas o los niños desenrollen todo el rollo. Pero la verdad es que la respuesta a esta discusión fue dada hace muchos años.

Una respuesta histórica

Toda esta controversia parece haber encontrado una respuesta oficial en un lugar inesperado: un documento de hace más de 130 años. En 2015, el escritor Owen Williams rescató una imagen histórica del archivo de Patentes de Google que muestra una patente registrada en 1891 por Seth Wheeler, nada menos que el inventor del papel higiénico en rollo.

Las ilustraciones de esa patente muestran claramente el papel desenrollándose por encima del rollo, y no por debajo. El inventor no solo patentó el concepto de papel higiénico en rollo en 1871, sino que dos décadas después perfeccionó el diseño del rollo con la intención de minimizar el desperdicio y hacerlo más fácil de usar.

Su objetivo era la eficiencia, no debates interminables: “Mi rollo mejorado puede utilizarse en los soportes más simples”, escribió en el texto de la patente. En su diseño original, el papel debía caer hacia adelante para facilitar el desprendimiento individual de las hojas perforadas, evitando así que se desenrolle accidentalmente o se desperdicie.

Una explicación científica

No solo la patente de Seth Wheeler respalda la idea de colgar el papel higiénico con la hoja hacia adelante. La ciencia también apoya esta postura por motivos de salud: colocar el papel con la hoja hacia arriba reduce el riesgo de que las manos o el propio papel toquen la pared, lo que puede disminuir la propagación de bacterias.

Evitar el contacto innecesario con la pared o el soporte del papel higiénico es, por tanto, una medida simple pero eficaz para reducir el riesgo de infecciones en espacios compartidos.

¿Debería sustituirse el papel higiénico?

Además del debate sobre la forma correcta de colgar el papel higiénico, en los últimos años han surgido otras discusiones en torno a este objeto esencial. En una de sus columnas, The New York Times explicó que, aunque su invención supuso en su momento un avance técnico respecto a los métodos anteriores, el hecho de seguir utilizándolo tiene más que ver con el apego a lo conocido que con su verdadera eficacia.

En ese mismo artículo, se menciona que muchos investigadores de enfermedades infecciosas coinciden en que usar solo papel no garantiza una limpieza adecuada. A partir de ahí, surge el debate sobre el uso del agua como solución más eficaz. Según numerosos especialistas, enjuagarse con agua —ya sea con bidé o dispositivos similares— es más efectivo que el papel higiénico tradicional. Para algunas personas, las toallitas húmedas aparecen como una tercera opción, aunque abrir ese tema probablemente daría pie a otra discusión interminable.

Sea como sea, y más allá de las preferencias personales, el papel higiénico sigue siendo el rey del baño. Y la existencia de un documento oficial quizás logre resolver, al menos, una de las discusiones más antiguas sobre el uso de un producto cotidiano.

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