Muchos podrán pensar que hacer la salsa de tomate para la base de una pizza es lo más sencillo del mundo. Que quizá la complicación sea la masa, la elección de los quesos, el punto de calor que logre dorar la orilla.
Pero se equivocan.
No es precisamente que sea una receta súper difícil, pero lo que sí es cierto es que tiene una ciencia muy específica que, o la hace gloriosa si la aplicas bien, o pasará a la historia de las salsas de tomate fallidas.
Hoy te compartimos una receta súper clásica, para que la repitas en casa apenas puedas.
¡Toda la suerte para que te salga genial!
Una de las claves está en que consigas jitomates bola. Los Saladet funcionan, pero el sabor más rico te los dan los otros.
Lava y seca perfectamente tus jitomates.
Sécalos, córtalos y llévalos a la licuadora. Reserva el puré que obtengas al procesarlos.
En una cazuela pon a calentar aceite de oliva.
Pica un diente de ajo y saltéalo ahí.
Añade el tomate, junto con un poco de orégano o de albahaca fresca.
Deja que la salsa reduzca un poco y luego rectifica el punto de sal y pimienta.
Listo: deja enfriar un poquito (no demasiado) y luego úsala para la base de tu pizza.
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