La comida en los aviones, sobre todo en clase económica, es conocida por ser bastante mediocre y a veces francamente mala. Más allá de las razones físicas por las cuales la comida en los aviones no nos sabe igual, la calidad y la higiene de las misma puede dejar mucho que desear.
Personalmente no me parece sorprendente que la comida de avión no sea buena. Recordemos que, al fin y al cabo, es comida industrial preparada en miles de porciones hechas para ser calentadas rápidamente. Parece obvio, pero si quieres comer bien no debes esperar hacerlo en un avión. No es el lugar idóneo para esto.
Más allá de la calidad gustativa per se de la comida, siempre me inquieta el factor higiénico de la misma. El proceso de preparación, de conservación y de transporte de la comida en los aviones debe teóricamente respetar estrictos criterios de higiene. Sin embargo, como en todas las cadenas alimenticias, muchas veces la realidad difiere de lo establecido en el papel.
Si lo pensamos detenidamente son miles de platos preparados con mucha anticipación en condiciones inciertas y conservados por largo tiempo. La cadena del frío es muchas veces pasada por alto para reducir costos o acelerar procesos de producción.
Si en términos generales podemos pensar que los alimentos en los aviones son preparados y conservados en condiciones relativamente higiénicas, han habido casos infecciosos bastante dramáticos.
Hace unos meses la Administración Americana de Alimentos y Drogas (FDA) informó de un brote infeccioso de Shigella Sonnei en los Estados Unidos contraído a través de alimentos consumidos en aviones. Estos alimentos habían sido mal conservados en frío por la compañía Gate Gourmet en vuelos entre Hawaii y el continente americano.
En conclusión, si viajas con frecuencia y comes en el avión, es posible que en algún momento puedas contraer alguna enfermedad más o menos grave a causa de los alimentos servidos a bordo. Cuando estés frente a una comida dudosa, tanto en el olor o el sabor, no dudes en pedir que te cambien tus alimentos para evitar malas sorpresas.
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