Visitar las pirámides de Guiza, el mayor atractivo turístico de Egipto, se ha convertido en una experiencia frustrante para muchos viajeros. A pesar de haber recibido a 15.7 millones de visitantes en 2024, esta maravilla del mundo antiguo enfrenta una serie de problemas que las autoridades egipcias buscan resolver con nuevas medidas que dividen opiniones.
Uno de los principales cambios será limitar el acceso de vehículos a la Meseta de Guiza, lo que implicará reubicar los estacionamientos turísticos a zonas más alejadas, como la autopista de Fayoum, al sur de las pirámides. Esta decisión busca reducir los graves congestionamientos viales y mitigar la contaminación ambiental, pero ha generado el rechazo de muchos touroperadores locales que temen una pérdida significativa de ingresos.
Otra medida en curso es el intento de erradicar a los revendedores de boletos, falsos guías y timadores que abundan en la zona. Son frecuentes las denuncias de turistas que han pagado por recorridos a caballo o en camello y que, al final, terminan lejos de las entradas oficiales o sin el servicio prometido. Por esta razón, se planea implementar un sistema de venta de entradas en línea, una demanda que la comunidad viajera ha hecho por años.
El tema más sensible gira en torno al uso de animales para transporte turístico. Caballos, burros y camellos forman parte del paisaje tradicional de la meseta, y también del sustento económico de muchas familias. Sin embargo, diversas organizaciones animalistas, como PETA, han denunciado el maltrato sistemático al que estos animales son sometidos. Incluso, Airbnb ha retirado de su plataforma actividades que involucren este tipo de paseos.
Un caso reciente que causó indignación internacional fue el de una turista holandesa que documentó en video cómo un guía golpeaba brutalmente a su burro. Estas imágenes se suman a un largo historial de reportes similares y han reforzado la presión para que Egipto prohíba definitivamente el uso de animales en este contexto.
El proyecto de renovación de la Meseta de Guiza busca, además, fomentar un turismo más sostenible. Solo podrán operar dentro del recinto las empresas que utilicen vehículos eléctricos, una decisión que ha causado problemas logísticos, ya que las pruebas piloto revelaron la falta de unidades suficientes, lo que provocó largas filas y caos en los accesos. Algunos operadores a caballo o camello incluso boicotearon los ensayos, bloqueando los caminos con sus animales y aumentando la molestia de los turistas.
No es la única polémica reciente. En febrero de 2025, un video viral mostró a trabajadores golpeando piedras de la pirámide de Keops con martillos para pasar un cable eléctrico, lo que encendió las alarmas entre arqueólogos e incluso llevó al ministro de Turismo a iniciar una investigación sobre la empresa responsable.
En este complejo escenario, Egipto intenta proteger su patrimonio, modernizar su infraestructura turística y responder a las exigencias del turismo internacional, mientras equilibra los intereses de las comunidades locales. Con ingresos turísticos que superan los 16 mil millones de dólares anuales, el país no puede darse el lujo de ignorar el creciente malestar de los visitantes ni las exigencias en torno al bienestar animal.
El reto es grande: convertir a las pirámides en una experiencia más segura, limpia, ética y organizada, sin dejar atrás a quienes han vivido por generaciones del turismo en esta icónica zona arqueológica.
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